domingo, 11 de diciembre de 2011

Tres Balances

Balance europeo. Se cerró la cumbre europea con un acuerdo y, como ocurre con prácticamente casi cualquier evento, es posible encontrar opiniones perfectamente contrapuestas sobre sus implicaciones. Tenemos por un lado a los que opinan que esto es una nueva victoria de los desregulados y desregulantes mercados frente a las democracias. Y por otro lado tenemos (al cante-para disgusto de Nick Clegg) a Cameron (of The Island), para quien el acuerdo venía cargado de inaceptables regulaciones para la City. En fin, que lo debatan entre ellos. Yo, como ex-erasmus (que somos como una difusa quinta columna eurofederalista) estoy bastante contento. Y puedo apuntar dos cosas, que unos y otros insisten en obviar: que limitar el déficit no implica limitar el gasto público. Y que este acuerdo no supone una renuncia a la solidaridad entre los países del euro, puede ser el primer paso en una secuencia que la haga efectiva.

Balance italiano. Mientras en Italia el profesor Monti, un hombre de maneras suaves como su pelo, reveló su plan de austeridad. El panorama político en Italia es particularmente interesante: los partidos que apoyan a Monti son el Partido della Libertà, que como partido berlusconiano difícilmente se entiende sin Berlusconi en el poder, y el Partido Democrático, que por su orientación de centro-izquierda puede pagar un precio electoral alto por sumarse a los recortes. De hecho, el plan debe recibir aún la aprobación del parlamento, si bien todos la dan por hecha. Los únicos que ya han anunciado su oposición son los de la Liga del Norte: tendrían que haber visto al "leghista" Calderoli (ministro de Interior con Berlusconi, nada menos) en la televisión: parecía un sindicalista. Pero es una jugada políticamente inteligente: si fracasa Monti, serán ellos los que salgan beneficiados. Y si no, saben que es difícil que pierdan votos. Porque la pulsión que les ha llevado al éxito político -la desconfianza hacia los extracomunitarios- sigue ahí.


Balance futbolístico.
El Barça volvió a tomar el Bernabéu en un partido realmente extraño, pero que los pequeñitos (de Busquets para arriba no superaban el metro setenta) manejaron a su antojo. Si la distancia futbolística entre ambos equipos no fuera suficiente, el Madrid comienza a tener problemas psicológicos con el Barça, equipo al que bien podría ganar de vez en cuando si no jugara con ese bloqueo en las piernas (bloqueo que al pobre Cristiano Ronaldo atenaza como a nadie). Y lo peor es que el hombre con contactos con el gremio del diván, Valdano, se fue. Por si esto fuera poco el Barça tiene a Messi, que es a Maradona lo que Raúl a Zidane: un jugador irritantemente efectivo, si bien menos estético. Pero si el Madrid se distingue por algo no es por ser siempre el mejor, sino por no conformarse nunca con ser el segundo. Estoy convencido que de aquí al próximo derby seguirá dando la batalla. Y volverá (volveremos) a creer que la victoria es posible. No queda otra.

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