sábado, 30 de junio de 2012

Ahora sí: el fin de una época

Escribía hace unas semanas que el partido Italia - España con el que empezaba nuestra Eurocopa bien podía suponer el fin de un época, y me equivocaba. Entonces pensé que España le metería un buen meneo a Italia y que con ello se rompería la llamativa asimetría por la cual los italianos generalmente sienten simpatía por la selección española, mientras que es difícil encontrar a un español de bien que sienta algo de simpatía por los azzurri.

Sin embargo llegó el partido y resultó un encuentro equilibrado entre dos  equipos estupendos, que me hizo temer que nos acabaríamos encontrando con los italianos en la final. Y así será. Por el camino han pasado unas cuantas cosas: España ha sacado adelante sus partidos con oficio, sin el brillo de anteriores citas, defendiéndose con la pelota y cimentada sobre una defensa que está jugando a un nivel altísimo. Italia por contra se ha reafirmado en el estilo de juego con el que afrontó su debut contra la Roja, con Pirlo demostrando (como ha hecho esta temporada en la Juve) que él solo vale por medio equipo, y ganando por el camino a Cassano y a Balotelli para la causa.

Así que tras unos cuantos partidos en los que España e Italia se han estado mirando desde la distancia con respeto, especialmente desde que se disiparon los temores del biscotto, nos veremos las caras mañana en Kiev. Será un partido igualado. Italia ha mostrado un nivel de juego más alto que España, superando a Inglaterra y destrozando a Alemania con suficiencia.  España ha ganado con un juego de menos revoluciones y parece haber dado lo mejor de sí sólo en los primeros veinte minutos contra Francia. Considerando la trayectoria de ambas en el campeonato parece que Italia está algo por delante, pero también creo que la Roja tiene todavía un partidazo en las piernas y que puede surgir en la final. Y me cuesta imaginar a Balotelli y a Cassano superando con tanta facilidad a Ramos y a Piqué como hicieron con los rígidos defensas alemanes.  Veremos qué pasa. Lo que está claro es que  pase lo que pase el partido de mañana supondrá, ahora sí, el fin de una época. Yo cuento con empezarla con buen pie y que esta foto anticipe el modo en que entraré en este tiempo nuevo que comienza con una nueva rivalidad futbolística destinada a convertirse en histórica: la de España e Italia.




domingo, 10 de junio de 2012

¿El fin de una época?





Aún a riesgo de provocar una oleada migratoria, he de decir que ser español en Italia es un chollo. De hecho, creo que es difícil encontrar un país que despierte aquí una simpatía más unánime: basta poco más que decir que eres español para que cualquier italiano, de un modo sincero y sorprendentemente ajustado al tópico, prorrumpa en elogios sobre nuestras ciudades, nuestras playas, nuestra vida nocturna, nuestras cañas y nuestras tapas. Pero no sólo nos admiran por cómo nos tomamos la vida: el mito de España como país “joven y dinámico” de la primera década del siglo, ese que llenó de jóvenes italianos las calles de Madrid y Barcelona, aún pervive (aunque muchos de esos jóvenes están ahora emprendiendo el viaje de vuelta con una historia muy distinta que contar). Tal es así que en Milán, una ciudad que se siente mucho más fea y gris de lo que realmente es, más de una vez me han preguntado que qué cable se me ha cruzado para instalarme aquí.

Tanto elogio es bastante llevadero porque no cuesta corresponder con otros: por ejemplo a mí me gusta decir a los italianos que el italiano medio es más culto, más educado y menos propenso al griterío que su admirado español medio. Pero hay un aspecto en el que esta reciprocidad se rompe de modo dramático: el deporte. Porque mientras que en Italia basta decir que eres del país de la Roja para que los italianos empiecen a cantar loas a la selección, al Madrid, al Barça y a Mourinho (sobre todo si hablamos con uno del Inter, que lo recuerda como a aquella primera novia), un español honesto como yo no tiene más remedio que reconocer ante ellos que, deportivamente hablando, les detestamos. A los italianos esta confesión suele causarles estupor, mientras que para un español esta asimetría tiene un origen tan evidente que no hay que esforzarse mucho en explicarla. Así, mientras que cualquiera de mi generación guarda un recuerdo lacerante del codazo de Tassotti a Luis Enrique en el Mundial del 94, para los italianos aquel partido no fue muy distinto de cualquiera de los disputados en las últimas fases finales de los grandes campeonatos internacionales. Y lo mismo podemos decir de aquella tanda de penaltys de infarto con la que les superamos en cuartos en 2008 (y que celebramos como si fuéramos ya campeones del mundo): para los italianos fue simplemente una derrota asumible ante un rival que en el fondo les caía simpático.... En definitiva, que las enemistades deportivas italianas van por otro lado y tienen más que ver con aquel gol de Trezeguet y con el cabezazo que le dio Zidane al povero Materazzi, y en nada tocan a sus admirados españoles.

Esta es más o menos la situación a día de hoy y me he decidido a ponerla por escrito porque, quién sabe, puede que dentro de poco sea el testimonio de un mundo que dejó de existir. Porque como quizás mis lectores sepan, esta tarde se juega un España-Italia y mi intuición -ya se sabe la humildad con la que los españoles afrontamos estas citas- es que les vamos a meter un buen meneo. Y si bien es verdad que hay ciertos mitos como el del país “joven y dinámico” que pueden perdurar incluso cuando ya poco tienen que ver con la realidad, creo que una victoria contundente puede convencer a mis queridos italianos de que hemos dejado de ser esa simpática selección que casi siempre tenía la delicadeza de no molestar más allá de cuartos. Veremos qué pasa.